top of page

Cadáver perdurable

Autora: María del Rosario Mondragón García


El campo adornó el viento. Mi silueta contempló la belleza abundante del paisaje colgado como sueño. Una cascada lustrosa respiró frente a mi pecho, sin distancia inalcanzable.

La ropa estorbó el nácar que vistió mis líneas y corrí desnuda, atrapada, bajo el embrujo de su inmaculada pureza.


De un salto me zambullí en el torrente vivo que derrumbó mi calor y erizó los sentidos. Olvidé en la calma del río, las agujas de la tarde.


No advertí la oscura mutación del cielo. El celeste se corrompió sobre mis ojos. Percibí una niebla confusa arropando el aire. Apagó sombría la luz soleada. Tiñó amenazante las nubes rotas, y me hizo girar en medio de aguas cambiantes, turbulentas, desatadas como vendaval herido.


Las órbitas se abrieron perplejas dentro de mis pupilas.


El campo levantó sus hojas convertidas ahora en paredes enormes, secas, terrosas, que se desplomaron como remolino de lluvia ácida por todos lados.


Mi pecho afligido, se aferró a la angustia y mordió con hambre la desesperación, acompañada de gritos vacíos, en medio del lodo fangoso que tragaba mi aliento.


Las manos aletearon inquietas y mis pies intentaron luchar contra el flujo de la tierra. La asfixia mutiló mis pulmones. Hice vanos intentos por aferrarme a la vida sin detener la consumación. Mi silueta inocente se deslizó hasta lo más profundo. Quedó como luna obscura, como cadáver perdurable debajo del cultivo.



Imagen tomada de fineartamerica.com

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page