Munchkin nació como un juego de cartas satírico que tomó los clichés de Dungeons and Dragons y los convirtió en una cruel parodia de un juego de rol. Los jugadores comienzan en nivel 1 y gana quien llegue al nivel 10, sorteando trampas, monstruos y a los demás jugadores.
Cada turno, se toma una carta que representa la puerta de un calabozo desconocido y se patea, mostrando lo que se oculta en la oscuridad… usualmente un monstruo. Ahora, se puede pedir ayuda a los demás jugadores, pero ellos pueden confundir esa petición de “ayuda”, por “ayudar al monstruo”. Se puede ser más específico, pero eso no siempre les cambia su objetivo y se generan sentimientos de venganza. Si es que se gana el encuentro, se gana un tesoro que puede ser de gran ayuda en puertas siguientes o de gran frustración para el resto de los jugadores.
Entre sus innumerables expansiones se encuentra Munchkin Cthulhu. Que agrega nuevas clases, nuevos monstruos y nuevas puertas a patear. De allí en adelante, el tema es lo de menos.
Si este fuera un juego serio, no habría cartas con una caricatura de un sujeto blandiendo un tentáculo falso, no sería un juego donde alguien puede equipar una gaita para luchar, no sería un juego donde se pueda seducir al monstruo o existan cartas llamadas “Sheep Ones” o “Arkhamster”.
Este juego no es serio.
Si ya te gusta Munchkin, este juego es más de lo mismo. Si no te gusta, mantente alejado. Si solo te gusta el tema y no el juego, quizás puedas obtener unos momentos de diversión hasta que te des cuenta que es prácticamente imposible llegar al nivel 10 si todos los jugadores se empecinan en ganar. Pasarán horas hasta que alguien se levante al baño y nunca regrese. Entonces el siguiente lo hará hasta que te quedes solo con un montón de cartas esperando el siguiente turno que nunca llegará, entonces te auto-nombrarás “ganador” y guardarás el juego en su caja para nunca jugarlo de nuevo hasta que Cthulhu despierte y Munchkin te ayude a esparcir la locura por el mundo.
- José Talamantes
