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Foto del escritorCírculo Lovecraftiano

Baba Yaga

Cultistas, seguidores y amigos de la noche, en esta nueva sección bautizada como “Bestiario del horror”, nos honra el placer de presentar ante ustedes artículos dedicados a criaturas que figuran en los mitos más monstruosos, más espeluznantes y espectrales de todo lo largo y ancho de nuestro mundo. Hoy, toca el turno a una vieja favorita, bon appétit:


Vida y obra de Baba Yaga


“Myths are public dreams, dreams are private myths” - Joseph Campbell


“El significado antiguo de "glamour" es brujería” - Anton Lavey


“Sólo donde hay tumbas puede haber resurrecciones” - Nietzsche


En todos los folclores, en la épica, en las historias y fábulas de la tradición oral, las brujas han encantado de más de una manera a lectores y oyentes. Numerosos son los especímenes que a partir de dicha taxonomía de la magia y de lo mitológico se han vuelto célebres. Desde Hécate, que por el uso onomástico de su efigie sabemos que pasó de diosa del panteón principal a ídolo de la hechicería pagana para los atenienses (pues hay antiguos registros de niños nombrados como la deidad, y la usanza de llamar a los hijos como entidades demoníacas resulta moderna y hasta urbana), a los bulos del tipo fantástico sobre encuentros con lechuzas, búhos, buitres deformes o marchitas mujeres a media transmutación entre animal plumífero y el semblante de su propia genética humanoide, que podría habernos sido contado ayer por uno de nuestros conocidos cualquiera. Las brujas constituyen un lugar común en los relatos fantásticos de viajeros de todo el mundo, de aquellos que abandonan la circunscripción de la civilización, camioneros y hombres de negocios, héroes antiguos y nuevos que se adentran en las carreteras del universo exterior repletas de fuegos fatuos, de lobos y de fantasmas que piden aventón sin distinción de carrozas o cadillacs (pues son atemporales) sólo para señalar el lugar donde murieron o para desaparecer ante el camino o la mirada de los conductores en el retrovisor, la niebla o la nada.



Baba Yaga es el equivalente arquetípico de las brujas en las leyendas eslavas. Con la apariencia de una anciana frágil de atributos ilógicos, un origen menos nítido que el de la Llorona de Latinoamérica pero con una descripción acaso más enriquecida por el paso inexorable de las generaciones, que añaden y reafirman versiones no menos verídicas. A la manera del Bogeyman, el Hombre del costal, o simplemente el Coco, el Cuco o el Cucay, Baba inflama las pesadillas de los niños rusos desde la noche de los tiempos. Se dice que a la decrépita efigie de una vieja se suman su capacidad para volar y otros atributos exagerados. Que sepamos, la Llorona no se lleva a los niños, sino que mató a los suyos y por eso está condenada por la eternidad a lamentarse, a llorarlos. Mientras que Baba Yaga, acaso más cruel, devora la carne de los infantes que secuestra no porque el destino o los dioses le hayan dictado tan infame tarea, ni porque tan monstruoso apetito parezca servir a la utilidad de sus ignorados propósitos, sino que lo hace porque es parte de su naturaleza, por placer, o porque es lo que de ella se tiene que contar. La condenan así la tradición y el misterio de su nacimiento.



Oriental, su nombre obedece a las lenguas de aquellas tierras. Se compone de Baba, abuela o vieja en ruso, y Yaga o Iaga, de discutible etimología, tal vez el diminutivo del nombre Jadwiga o la versión eslava de Hedwig, o el verbo "abusar" en ruso arcaico o el sustantivo “serpiente” en sánscrito. Se dice que tiene dos hermanas gemelas, que es la abuela del diablo y, en por lo menos una representación, se le ha puesto junto a una hija; en otras aparece como matriarca de una progenie que alcanza la descomunal cifra de 41 vástagos. Le sirven tres caballeros, el caballero blanco, el caballero rojo y el caballero negro, que simbolizan el día, el ocaso y el anochecer. Todas las versiones parecen concordar en que cuenta con familia o acompañantes eventuales. No obstante, se le asocia con una fuerza de la naturaleza con el poder de controlar el clima, los ciclos del tiempo, a los animales, los elementos y la inmortalidad, pues sobre esto último se asegura que guarda las Aguas de la Vida y de la Muerte, por lo que se le conoce como la Dama Blanca del Renacimiento (apelativo de contingencia que guarda semejanza al que usan en México los devotos de la santa muerte para referirse a su ídolo) y como Guardiana del Más Allá. Con tales características y títulos no resulta extraño que también posea el poder de rejuvenecer a voluntad (“en un parpadeo”), para lo que utiliza un brebaje que consiste en un prodigioso té preparado con los pétalos de un cierto tipo de rosas azules, a cambio de las cuales es capaz de recompensar con grandes regalos a quien se las otorgue como ofrenda. Su longevidad también surge de los recovecos de lo que es legendario, puesto que se asegura que envejece un año cada vez que alguien le hace una pregunta, afición que resulta, por motivos lógicos, peligrosa y no recomendada.


De fisionomía femenina, vieja, alta, flaca y siniestra, de largo y escaso pelo gris que parece flotar mientras avanza, huesuda y de nariz azul y aguileña, según los relatos, tan grande que toca el techo mientras duerme, sus dientes grises son de metal o de piedra, como de piedra son sus pechos (emblema de su nula fecundidad cronológica en contradicción con la del mito), y sirven para triturar la madera o los huesos de sus víctimas. Se cuenta que sólo tiene una pierna, por lo que guarda una relación especial con las serpientes (como las Gorgonas), o que una de sus extremidades inferiores carece de piel y músculos dejando expuesto el mero esqueleto, alegoría de su poder para permanecer tanto en el mundo de los muertos como en el de los vivos, y razón por la cual también recibe el mote de “pierna huesuda”, o simplemente “la huesuda”, porque a pesar de su insaciable apetito nunca parece engordar.



Vive en una choza de madera en un lugar variable e ignoto del bosque, en lo que podemos imaginar es la fría tundra de Siberia, al este de Rusia, con una chimenea por la que suele salir y entrar volando, la cual está custodiada por unas manos fantasmas que permanecen invisibles excepto cuando deciden revelarse a los intrusos, así como por un boca de dientes afilados en lugar de cerradura. Sin puertas ni ventanas, la casa cuenta con la capacidad de caminar a voluntad pues está dotada con dos gigantescas patas de gallina vivas, además de una cresta o cabeza de gallo en el tejado y una sacrílega colección de cráneos humanos y otros huesos, fémures, tibias y caderas, en especial de infantes, que Baba Yaga adorna con velas para iluminar la entrada y en cuya simétrica disposición yace un eterno hueco que significa que siempre habrá lugar para otro sacrificio. El viajero sólo podrá adentrarse a sus aposentos si dice las palabras mágicas: "Casita, casita, da la espalda al bosque y voltea hacia mí”, o si acierta al responder un acertijo que le será enunciado, ya que de lo contrario la puerta (hasta entonces intangible) permanecerá oculta; ambos rituales, clásicos exámenes que los héroes deben afrontar en los mitos. El interior de la choza, según las versiones, se compone en exclusiva de una cocina o se le añade un dormitorio. Pero más interesante que el mobiliario o la decoración resulta el hecho de que las dimensiones de la vivienda pueden ser alteradas, en su totalidad, ya sea cobrando el tamaño de una simple barraca o el de una mansión inmensa, o sólo en el área interna, cuyas medidas parecerán diferir para el visitante con lo apreciado desde el exterior. La choza, como es de suponerse, carece de todos los servicios modernos, por lo que no es infrecuente que entre las tareas que Baba le impone a sus huéspedes se encuentren labores domésticas como acarrear agua o cortar leña. No obstante, sus alacenas siempre estarán repletas de carne y de vino.


Vuela montada en una vasija, un cazo o un mortero arcano usando el machacador como timón o remo para el aire, y barriendo sus huellas con una escoba de abedul plateado. Pues tiene la capacidad de crear, desde el otro mundo, objetos mágicos y talismanes: Como un harpa que se toca sola para su satisfacción o un mazo con el que convierte cualquier cosa en piedra. Y en su choza pueden ser encontrados cazos y demás utensilios de cocina que tras ser arrojados, caen para convertirse en bosques o ríos.


Cuando hace su aparición los vientos se vuelven intempestivos y los árboles chocan entre sí, golpeando sus ramas en crujientes convulsiones, pues llega empotrada en un torbellino que la naturaleza le impone por alfombra. Acecha a su presa, casi siempre viajeros extraviados que se han adentrado sin saberlo en sus terrenos, y los golpea con sus pesados pechos o los muerde como un animal. Una vez detectado por ella, escapar resulta imposible, ya que tiene el olfato de los lobos y la habilidad de rastrear y oler el miedo de la gente. En cuanto el encuentro se da, la muerte es casi segura, y aunque puede ser burlada en nuestro plano, para derrotarla resulta indispensable tener el corazón puro y ostentar la más refinada cortesía o una bendición santa, como la de una madre o un ente divino. En el plano astral, sin embargo, Baba Yaga es invencible.


Su carácter moral es ambiguo, ya que a pesar de su patente canibalismo, en numerosos relatos termina por ayudar indirectamente a los protagonistas o por darles una oportunidad de sobrevivir, siempre, claro, que estos cumplan con los trabajos encomendados. También puede llegar a revelarles información relevante sobra la vida, pues como Guardiana del Más Allá conoce el secreto de la existencia humana y llega a compartir sabios consejos con los mortales en momentos de necesidad. Sobresalientes son la historia de los huérfanos hijos del mercader o campesino, que pudieron haber inspirado muchas parábolas populares como las de Hänsel y Gretel o la Caperucita Roja, y la de Vasilisa la Bella, paralelo de la Bella Durmiente. En el primero se trata de unos hermanos que son coaccionados por su madrastra para visitar a Baba Yaga, y que al trasponer una serie de aventuras en que la bondad de sus actos y corazones será puesta a prueba, logran deshacerse de su malvada tutora luego de escapar de la bruja. En el segundo, ligera variación, la madrastra de Vasilisa le exige que consiga fuego en las afueras hasta que la doncella llega a la choza de Baba y esta la provee de una linterna incandescente en forma de cráneo, herramienta que posibilitará el agridulce final del cuento. En muchos casos, los héroes conocen de antemano las palabras mágicas para acceder a la fantástica residencia.

La “Madre Hueso”, como también se le conoce, según la Witchipedia es una Archibruja, una de las tres diosas de la hechicería que junto a Hécate representan las edades en la vida de la mujer: La Virgen, la Madre y la Vieja. Igual que otras figuras paganas, su existencia pudo haber comenzado como la de una deidad precristiana, un salvaje espíritu elemental poseedor de sabiduría y de los ocultos conocimientos que conducen al camino de la apoteosis, hacia la derrota de la falsa realidad del ego, al héroe. Luego, Baba Yaga simboliza el renacimiento, no sólo la muerte, y en ese sentido, también la purificación y la salvación.


La primera referencia literaria a Baba Yaga fue hecha en 1755 en el libro Gramática Rusa, de Mijail W. Lomonosov, en que la señala como una de las más importantes figuras de la tradición eslava. Desde entonces el personaje ha sido ampliamente utilizado en literatura y cine rusos. Destacan las obras de Andréi Belanin y el cuento La bahía, de A. Aliverdíev. Aparece también en el film de dibujos animados Bartok el Magnífico y en la película Vasilissa Prekrasnaya (La Bella), primera producción con elementos fantásticos en la Unión Soviética. De hecho, Georgy Milliar, un actor masculino, personificó a Baba Yaga en muchas películas entre los años treinta y sesenta, entre las cuales se encuentran la citada Vasilissa Prekrasnaya y otra de nombre Morozko.



Baba Yaga también ha sido empleada como monstruo de innumerables videojuegos, series animadas, películas, juguetes (en una línea de Matchbox) y otras obras de la cultura popular occidentales. Aquí destacaremos una: Para quienes sólo han visto las películas les resultará una novedad que en el cómic de Hellboy, uno de los antagonistas más habituales, acaso más terrible que el histriónico Rasputín, es precisamente Baba Yaga. Digno de mención me parece un spin off de esta saga que fue publicado por Weird Tales en el 2003, “Children of the Black Mound” (“Niños del montículo negro”), escrito por Fabian Nicieza y dibujado por Stefano Raffele. En esta breve entrega, la bruja es derrotada por otro “héroe rojo” que no se trata del infernal protagonista de Mike Mignola, sino nada más y nada menos que del joven Iosif Vissarionovich, mejor conocido en los libros de historia como Stalin.


Iä, Iä!


- Isidro Morales "El Juez"

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