Hola queridos compañeros del Círculo Lovecraftiano& Horror. Estamos a unos cuantos días de celebrar el mejor evento del año, el día en que las ánimas salen de sus tumbas para visitar las aldeas que alguna vez habitaron, estamos hablando de Halloween. No nos importa mucho el origen de esta anhelada celebración, porque como cualquier otra ha sufrido innumerables alteraciones con el paso de los siglos, así que cada quien es libre de celebrarla como más le parezca, pero eso sí, tengan listos los dulces para las hordas de niños monstruosos que visitarán sus casas, a menos que… quieran acabar con la puerta ¡¡¡embarrada de huevo!!!
En ésta ocasión, tenemos en “De Boca del Loco” a un maestro de primaria Neoyorkino que en sus ratos libres se dedica a la pesca, la navegación, dibujo digital y escribir obras de teatro. Sin embargo, a pesar de haber escrito cientos de obras teatrales que han sido representadas en incontables ocasiones en teatros del norte de Nueva York, ha logrado permanecer totalmente anónimo, y es conocido por un selecto grupo de escritores con el pseudónimo “Doop”.
Doop ha preferido no contestar una entrevista como tal, pues cree que las historias que se escriben, son más importantes que las personas que las inventan. Si bien es un miembro muy respetado en su comunidad en el ámbito literario, Doop valora su anonimato, así que accedió a responder una sola pregunta:
¿Qué es para ti Halloween?
Doop: De todas las celebraciones del mundo, yo pondría Halloween como la más importante, estoy seguro que si lo piensas, sabrás como fue para mí cuando era niño… o para cualquier niño. ¡Hermano, caminabas por los suburbios y te daban dulces gratis! ¿Cómo crees que era eso? Era fantástico… Era el pináculo de la glotonería. Creo que para cuando cumplí los 10 años, lograba recorrer cien casas. El hecho de que en una semana o dos tirabas a la basura el 10% de los dulces que habías acumulado, no importaba para nada; porque eran dulces que no te gustaban de cualquier forma, o eran dulces que no te importaban tanto, pues ya habías comido tus favoritos en los dos días posteriores a Halloween, los que no eran tan favoritos los comías en la semana posterior, y para entonces ¡ya estabas harto de los dulces! Y de cualquier forma los que tirabas no eran dulces populares.
Estoy seguro que si alguien me hubiera ofrecido, un mes después, alguno de los dulces que había tirado, lo hubiera comido. Porque después de un tiempo, vuelves a comer cosas que antes se te hicieron de dudosa calidad (como los macarrones con queso que acabo de cenar).
Tengo tres anécdotas que recuerdo de algunas expediciones en busca de dulces en Halloween.
1) Sin saberlo, Halloween era una combinación de materialismo, cultura pop y glotonería. No es de extrañar que los americanos sean tan obesos, que tienen un día para que los niños recojan comida azucarada. Lo primero que necesitabas era escoger un disfraz para usar y que por supuesto, estuviera relacionado con la cultura pop. Hasta que cumplí doce años, AMABA a Popeye el Marino. No estoy seguro de por qué escogí el disfraz de ‘La Bruja del Mar’ (villano femenino en Popeye), probablemente porque cuando fuimos a comprarlo, no había muchas opciones, además creo que me gustaba el personaje.
Anuncio para Tv de Popeye en los 60's.
-Popeye fue el primer show de televisión que vi, lo pasaban a la 1:00 PM. Recuerdo una vez que dormí de más en mi siesta vespertina y cuando desperté, le pedí a mi madre que prendiera la tele para ver a Popeye, verdaderamente pensaba que el programa comenzaba cada vez que encendías la televisión, porque en mi casa sólo encendían la televisión para que yo pudiera ver a Popeye… Fue un duro aprendizaje acerca de la programación televisiva y el tiempo y los horarios.-
Lo que recuerdo acerca del disfraz de La Bruja del Mar: una máscara de plástico y una túnica barata de poliéster. Pienso que para la mayoría de los niños (yo trabajo con niños todo el tiempo), no importa cuánto el disfraz NO SE PAREZCA AL PERSONAJE REAL, cuando tienes 7 u 8 años, con un poco de imaginación, inmediatamente te conviertes en el personaje. Me refiero a que caminas por el vecindario, tocas en alguna puerta y la persona que abre dice “Vaya, ¿qué tenemos aquí? ¡Es la Bruja del Mar!”. Claro, puede ser que la persona haya reconocido el personaje ya que en la pechera tenía escrito con grandes letras “La Bruja del Mar”. No porque de verdad me viera como ella, pero como te dije, cuando tienes 7 años, tienes ese falso sentido de que el mundo gira en torno a ti, y que Popeye aparece en la TV cada que la enciendes.
El problema con estos disfraces antiguos baratos, era que siempre estabas sudando, el disfraz era ligero, pero no importaba como estuviera el clima, tu madre siempre te hacía vestir ropa de invierno y cuando andas corriendo de puerta en puerta pidiendo dulces vas a sudar… MUCHO. Recuerdo que bajo la máscara me daba sed, pero tenía suerte, ya que se acumulaban grandes cantidades de “fluidos” que podía beber -era sudor, moco y probablemente resinas cancerígenas de la máscara-. Otra cosa acerca de estas máscaras, es que te dan una visibilidad bastante limitada, diganos 60%. Al recordar esto me viene a la mente que tomábamos atajos, chocábamos con rejas y nos caíamos por colinas empinadas, y ahora me pregunto ¿cómo rayos estoy vivo?
2) Como tú meta era obtener tantos dulces como fuera posible –en parte porque sabías que sólo 40% de esos dulces te gustaban- semanas antes de Halloween, te juntabas con tus amigos y planeabas la mejor ruta para abarcar el mayor número de casas posibles. Como yo vivía en los suburbios, casi todas las casas estaban vinculadas unas con otras, pero tenías que prometerle a tu madre que no cruzarías ciertos callejones. De alguna manera era como jugar ‘Pac-Man’ en la vida real, tratabas de lograr un trayecto con el que llegaras a muchos lugares teniendo solamente dos “puertos de teletransportación”. Agregado a esto, recuerdo un año en que mi amigo y yo pensamos que aquella casa enorme con un jardín frontal de cien metros de largo seguramente pertenecía a una persona rica, y que por tener tanto dinero, y por el hecho de que no muchos niños iban a hacer el peregrinaje de cruzar TODO el enorme jardín hasta su puerta, estarían regalando enormes barras de chocolate o algo así. Llegar a esta casa, nos tomaría 10 minutos, lo cual en calles normales representaba 10 casas de golosinas. Debo agregar que constantemente estabas revisando que tipo de dulces te estaban dando, así que casi siempre sabías que traías en tu bolsa.
Bueno, hicimos la travesía, y al llegar ahí, el tipo nos dio una nuez a cada quien… de un árbol en su jardín… ¿¿¿CAMINAMOS TODA LA CALLE HASTA SU CASA, PASANDO VEINTE ARBOLES DE NUEZ Y PISANDO CIENTOS DE NUECES CAIDAS EN EL CAMINO HASTA SU PUERTA PARA QUE NOS DIERA UNA??? No lo podíamos creer, quizás si hubiéramos sido mayores o de espíritu malvado habríamos cubierto su puerta con huevos. La plática común en la escuela era a) qué dulces buenos obtuviste y b) qué le harías a la gente que te dio mierda.
Eso fue hace 50 años y aún recuerdo la maldita nuez más que otra cosa que alguien me haya dado… Borra eso último, una vez nos detuvimos en una casa y la gente nos invitó a pasar y tomar un vaso de cerveza… teníamos 8 años. Además de entrar en una casa con extraños –lo cual de por sí ya era atemorizante- nos dieron bebidas embriagantes, y lo peor, era perder 10 valiosos minutos de nuestra cacería de dulces. Especialmente porque mi madre había creado su propia tradición de invitar a todos mis amigos a casa después de haber pedido dulces para comer donas y tomar cidra –con alcohol para que recobráramos la temperatura-. Es gracioso que aún teniendo todos nuestros recién adquiridos dulces, mi madre nos llenara de cidra y donas cubiertas de chocolate. Lo cual me recuerda algo que probablemente sea una auténtica historia de terror de Halloween, mi padre nunca estaba ese día –lo que significa que estaba en algún bar embriagándose- y después volvía conduciendo ebrio a casa con todos estos niños corriendo por doquier en las calles, enfundados en disfraces diseñados para que no pudieran ver hacia donde se dirigían.
3) Para mí y la mayoría de los niños, el salir a pedir ‘dulce o truco’ se trataba del dulce. Algunas veces alguien salía a la puerta y nos decía “si quieren un dulce, tendrán que hacer un truco”, eso nos molestaba y lo único que queríamos decir era “Mira idiota, sólo danos los dulces”. Incluso con el tipo que nos dio la nuez, nunca nos pasó por la mente cometer alguna maldad, sólo queríamos los dulces.
Excepto el último año en el que salimos a pedir dulces, eso fue en 7° grado y tendríamos 13 años. Mi vecino y yo creímos que sería gracioso ver cuántas Calabazas de Halloween podíamos destruir… si hablamos de bromas de Halloween, sé que suena bastante estúpida, pero es un ejemplo de cuan buen niño era en esa época.
El plan era sencillo, generalmente la cacería de dulces duraba de 6pm a 8pm. La primera hora tratamos de llegar al mayor número de casas que nos fue posible. Para las 7pm la mayoría de los niños pequeños se habían ido y solo quedaban los mayores de 10 años. En retrospectiva, tener 13 años en ésa época era tocar los límites de lo permitido por la etiqueta y buenas costumbres del “dulce o truco”, aunque ahora veo adolescentes y post-adolescentes cada Halloween en mi puerta.
Así que nos fuimos a una calle poco transitada y ahí estaba esa casa oscura donde pensamos que la familia había salido. Tenían un par de calabazas con velas encendidas y habían hecho espantapájaros para adornar el jardín, los cuales estaban hechos de ropa vieja y rellenos con bolsas de basura y hojas. Durante el día las habíamos visto al pasar en nuestras bicicletas, se veían algo bobos pero no estaban tan mal.
Al final de la noche, cuando llegamos a esa casa, caminamos despacio hacia el porche; como eran dos calabazas, cada uno podía destruir la suya y sentirse como un villano malvado. Levantamos el pie para aplastarlas y escuchamos una vos que gritó “¿QUÉ DIABLOS CREEN QUE ESTÁN HACIENDO?”
Inmediatamente nos detuvimos y miramos hacia todos lados… No había nadie, sólo uno de los espantapájaros un poco despatarrado en una de las sillas del porche. Comenzamos a sentirnos nerviosos, pero no queríamos parecer unas gallinas. Me acerqué a la puerta y oprimí el timbre. El espantapájaros se volvió hacia mí y agarrándome de la muñeca me dijo “NO QUIERO QUE DESTRUYAN LAS CALABAZAS”. Por poco nos cagamos en los pantalones. La puerta se abrió y una chica que estaba en mi salón salió con la bandeja de dulces. Yo no podía dejar de temblar y mi vecino estaba a punto de salir huyendo despavorido… “Mmm… esos… espantapájaros… están hablando” dije con voz quebrada, la chica hizo un gesto de aburrimiento con los ojos y el espantapájaros comenzó a reír “Es mi padre, cree que esto es gracioso”. El hombre no dejaba de carcajearse bajo el disfraz de espantapájaros al tiempo que decía “¡¡¡Miren sus caras!!! Querían hacerme un truco y el truco lo hice yo”.
La chica era una de los “CoolKids” de la escuela, el tipo de chica que tiene novio y veían a los niños como yo y mi vecino hacia abajo. Después de verla esa noche sin disfraz de Halloween, y sin salir a pedir dulces, decidí que estaba muy viejo para eso.
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