Hace unos 7 años, me “llevaron” a la feria del Libro, aunque no era particularmente fan de este evento. No me malinterpreten, no me molesta para nada, al contrario, me complace que un evento de esta naturaleza tenga el alcance que tiene. Simplemente nunca me sentí a gusto ahí.
Pero al final, ahí estaba. Comprando otra edición de The martian chronicles del buen Ray Bradbury. Mientras le explicaba a mi acompañante la naturaleza de The martian chronicles, me prestaba atención y asentía con la cabeza (ella no era muy fan de Bradbury, pero por supuesto había oído hablar de dicha obra). Estaba haciendo mi mejor labor de convencimiento para que se animara a leerla, tratando de resaltar que ese tipo de ciencia ficción oscura/positiva era gran parte de lo que hizo que el género tuviera el éxito del cual goza el día de hoy.
No supe exactamente como, pero mientras le hablaba sobre el libro en cuestión, ella me comento: “O sea, es como The invisible man de Wells”.
Lo pensé un poco, y conteste; “Nunca he leído The invisible man de Wells”.
Se me quedo viendo con cara de asombro (supongo yo, la misma cara que le hice cuando me dijo que no había leído The Martian Chronicles) se alejó un poco y trajo un pequeño libro de bolsillo “Cuesta como 20 pesos, ándale, no puedes andar así por la vida”, me dijo. Termine comprándolo. Y ella termino comprando The Martian Chronicles. Acordamos que ambos libros serian el siguiente libro en nuestras listas, y que lo terminaríamos de leer para la semana entrante, para comparar puntos de vista.
The invisible man es una historia, que conocemos tan bien, que es sorprendente que el libro, la primera vez que lo leí, sentía como si lo estuviera leyendo por segunda ocasión. No sé si debe al impresionante fenómeno cultural que representa esta obra, o a que H. G. Wells maneja la prosa como muy pocos, pero el libro es refrescante y cálido, a la vez que es frio y está lleno de desesperanza.
Wells, nos cuenta la historia de Griffin, un hombre aparentemente deforme, que llega a una posada en la Villa de Iping, West Sussex, Inglaterra. El hombre es reservado, y usualmente, solo sale de noche. Poco a poco nos enteramos que Griffin es un hombre de ciencia, que encontró la manera de hacerse completamente invisible, sin embargo, no tiene manera de revertir el proceso.
Griffin es una definición perfecta del concepto del científico loco. Su moral es muy cuestionable, y sus métodos, reprobables. Pero por alguna razón, no pude estar del todo en desacuerdo con sus motivos. Es un personaje complejo en su simpleza, y malvado al punto del cliché, pero de una manera natural. No se siente como una absurda versión de un villano venido a menos, o un simple monstruo. Y a pesar de todo, es una víctima. Una víctima de su propia ciencia demente, pero al final del día, una víctima.
En busca de obtener un súper poder, el científico termino provocándose una súper discapacidad.
El ritmo con el cual Wells nos pasea por su obra, es perfecto. Es uno de esos libros en que uno llega a la mitad casi sin esfuerzo, y en un descuido, te lo acabas. Como mencionaba anteriormente, la historia se siente como un constante deja vu, pero extrañamente, no impacta negativamente la experiencia de lectura.
Debo admitir que en realidad, el afamado Dark Universe de Universal Pictures me tiene enteramente sin cuidado, pero me da un poco de pendiente la adaptación que le harán a esta obra, particularmente porque nunca he visto una adaptación cinematográfica de la misma (aunque, la parodia que le hacen en Amazon Women on the Moon es sublime).
Al final, después de leer el libro por primera vez, me encontré con mi amiga, y me confeso que no había leído The Martian Chronicles. Bajo circunstancias normales, supongo que me hubiera molestado. Pero no podía.
Ella me acababa de mostrar uno de mis libros favoritos, y eso, a decir verdad, es un regalo que no te dan todos los días.
Por: Javo Monzón.
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