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“La isla de Santa Rena”

Juan Carlos Merino, Editorial Letrame, 2019.


Cuando Daniel Pennac publicó “Cómo una novela” a inicios de los noventa, tomó por sorpresa a muchos con sus opiniones acerca de la lectura y sus beneficios. La postura de Pennac, más orientada hacia la recuperación del aspecto lúdico del acto de leer, en duro contraste con la solemnidad típica que se le suele atribuir, fue toda una revelación en su momento. Sin embargo, la simpleza de su mensaje es algo que nunca deberíamos de perder de vista al emprender la lectura de cualquier libro: leer por el simple placer de hacerlo. Así, sin mayores expectativas.



Desde luego, nada de lo anterior necesita ser mencionado como justificación para la lectura de una obra como “La isla de Santa Rena”, pero sale a colación porque, precisamente, se trata de una de esas lecturas que justifican ese derecho que tenemos como lectores, a dejar la solemnidad por un rato y simplemente leer por diversión y ya.


La historia va acerca de lo que acontece cuando un poderoso acaudalado de los años veinte del siglo pasado convoca a unos invitados muy especiales a una cena en su isla particular, Santa Rena, localizada en las cercanías de Terranova, en Canadá. Como no podía ser de otra forma, dicho evento tiene un propósito más allá de simples fines sociales o de negocios, y pronto los invitados se ven envueltos en una demencial conflagración de cuyo resultado podría depender no solo su propia vida, sino el destino de la humanidad entera.


Como verán, se trata de un argumento bastante socorrido no solo en la literatura fantástica, sino en el cine, pero a pesar de ello, el autor se las arregla para lograr una historia que jamás se vuelve aburrida o predecible, sobre todo gracias a su falta de timidez para atreverse a incluir tropes de naturalezas muy diversas cohesionados a la perfección en una especie de relato Pulp a la vieja escuela. De este modo, desfilan ante nuestros asombrados ojos brujas, vampiros, fantasmas, hechiceros, gangsters, piratas, zombies, etcétera; aderezados con un trasfondo que remite sin duda a los viejos “Mitos de Cthulhu” de Lovecraft y sus acólitos.


En lo personal, debo decir que el libro en su conjunto me recordó mucho la osadía de las producciones de cine de terror mexicanas, sobre todo de los cincuentas o sesentas, donde, con el fin de ser entretenidas para toda la familia, se incluía un poquito de todo, logrando mezclas imposibles que de alguna forma acababan funcionando, pero que desde luego solo podrían sobrevivir en su propio entorno. Así, “La isla de Santa Rena” logra un universo muy particular, con sus propias reglas de funcionamiento que bebe igual de Lovecraft y Robert E. Howard que de Tolkien e incluso de Richard Connell (“El juego más peligroso”), con un Juan Carlos Merino bastante cuidadoso en no dejar ningún cabo suelto que permita que se desteje el entramado que logra construir de una forma muy hábil.


A nivel estilístico, Merino opta por una prosa bastante simple, sin demasiadas florituras, pero que funciona a la perfección para dotar a la obra con un sentido de vitalidad muy interesante. La obra se siente muy ágil y dinámica y esto, aunado a la diversidad de los elementos que incluye, hace que se dé una lectura muy rápida, permitiendo asimilar de un modo más sencillo la historia en general.



En resumen, si están buscando una obra rauda, de lectura veloz y con un alto valor de entretenimiento, en los terrenos de la fantasía-terror pero muy enfocada en la acción, “La isla de Santa Rena” es una novela que no los va a decepcionar.




*De parte de todo el equipo del Círculo Lovecraftiano & Horror, agradecemos al autor Juan Carlos Merino tomarnos en cuenta y compartir su obra desde el otro lado del Atlántico, ¡te enviamos un fuerte abrazo!*


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