Por Kobda Rocha (kobdarocha.blogspot.mx)
El diablo ya pasó de moda, ¿no?
Digo, sí hay gente palurda que aún va a misa los domingos y se persigna ante una cruz, pero en general ya no rige la fe en este mundo. Aun quienes se dicen creyentes, dudan en cierta medida. El positivismo es la nueva teología; la ciencia es la actual religión; el dato duro es el nuevo dios. Y, a lo mejor, todavía dios pasa —no el dios cristo; de hecho, ningún dios humanamente aculturado, sino una líquida concepción posmoderna de divinidad—, pero el diablo… ése sí que ya no tiene cabida en este mundo. Ya nadie se espanta con él, ya nadie le teme. Es más, hasta es materia de burla. Simplemente, los ritos satánicos ya son como de chiste. Ya no es suficiente con imaginar un grupo de loquitos a media noche a mitad del bosque alrededor de una fogata danzando y hablando en latín, griego, hebreo o arameo. Sacrificar doncellas, vírgenes adolescentes, es considerado un crimen, una barrabasada pero nada más. Decapitar cabras y beber su sangre es una locura, un trastorno clínico, pero no ya brujería ni cosa seria. Es más, hasta los rockeros con su heavy metal vestidos de negro con gabardinas de piel, rímel en los ojos y las uñas pintadas de negro se ven ridículos.
La maldad se mudó de nombre. Ahora la buscamos en la burocracia, en la política, en la milicia; investigamos a fondo y develamos a los verdaderos culpables, ya no atribuimos los males del mundo a un ser cornudo y colorado. Si algo malo te pasa, es culpa de alguien más rico y poderoso que tú o del destino marcado por el universo (llámesele ‘mala suerte’), pero no de un ente demoniaco. Belzebú, Satanás, Belial, Astarot, Lucifer, Belfegor son nombres que carecen de sentido fuera de las salas de cine. Maldecimos como insulto, no como maldición auténtica. El diablo, en resumidas cuentas, ya pasó de moda.
Por eso, ahora, aquí, por medio de este texto, puedo hacer mi confesión sin mayor peligro que el de ser víctima de burlas y sufrir bullying virtual (porque creerán, seguramente, que esto es un texto meramente literario). Nadie me acusará de cometer actos impíos, nadie me llamará hereje (porque, además, eso ya ni existe). He aquí mi confesión:
Soy Kobda Rocha y he vendido mi alma al diablo. Sí, así como se lo puede leer en Fausto. Aspiro a escritor, y el diablo —no revelaré más datos sobre él ni sobre cómo contactarlo— me ha prometido que tendré éxito. Por supuesto, será gradual. Me ha dicho que, primero, envíe textos para colaborar en convocatorias de revistas y blogs. Ya después, una vez que tenga algo de experiencia, vaya a editoriales para publicar textos de mayor extensión. Lo importante, ¡pongan atención a esto!, es que los tratos con el diablo no son como los habíamos leído.
Lo común es pensar que él hace algo por mí y yo obtengo lo que quiero a cambio de mi alma. Pero no, en realidad es de la siguiente manera: yo debo decirle a la gente que necesito su apoyo —en este caso el Círculo Lovecraftiano & de Horror— y si no me lo dan, el diablo los castigará; no los matará, no creerán que es obra diabólica, pero los torturará psicológicamente, les causará accidentes menores, enfermedades (gripas, diarreas, nada grave), y luego crisis económicas, divorcios y prácticamente toda su vida se irá hundiendo en la miseria poco a poco; y cuando estén a punto de morir ni siquiera recordarán (ni sospecharán) que fue obra de una persona totalmente demenciada que años atrás envió un texto horrible para publicarlo en su plataforma.
Por cierto, en el contrato también existe una cláusula para los lectores, pero por ahora el diablo me ha impedido revelar los pormenores. Será en otra ocasión.
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