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S. King

Las fechas pueden estar un tanto mal, ya que no me gusta la idea de andar hurgando tanto en el pasado. No sabe uno lo que se pueda encontrar.


Primavera de 1987.


Don Luis Monzón, el patriarca de mi familia paterna, me inculco la lectura a muy temprana edad y un día, decidió que era momento de comprarme mi primer libro nuevo. El sabía de mi predilección por las películas de miedo y después de charlar un poco con algunos de los dependientes de la tienda (no recuerdo el nombre, pero estaba en Galerías Monterrey), me dio a escoger de unos 3 libros. Elegí “Las mejores historias de terror II” de Martínez Roca. En esa gran compilación de historias cortas, leí por primera vez el nombre que asociaría para siempre cada que escuchaba o leía la palabra libro: Stephen King.


Suffer the little children, fue la primera vez que tuve oportunidad de leer al Rey de Maine, y no me decepciono en lo mas mínimo. Su forma de adentrarme en la historia me dio una sensación que no había sentido antes, pero la verdad era un lector muy joven. Supuse que era algo normal.


No hubo un efecto similar con el resto de los autores, pero aun a mis escasa edad, sabía que su nombre venía en la portada con letras mas grandes por una razón.


Poco tiempo después, le pedí a mi padre que me comprara una novela de este hombre, y me llevo de nuevo a la misma tienda. La señorita me miro con unos ojos de “¿no eres muy joven para esto?, pero de inmediato la disipo, pues iba acompañado del Ingeniero Monzón. Me mostró una gran selección de libros del Rey, y me decidí por uno con un fondo negro y la fotografía de una fea cara a media iluminación. La novela, Rage. El autor, Stephen King, escribiendo como Richard Bachman.


Bajo este seudónimo, escribió una de las frases mas importantes que he leído en mi vida, y que llevo soldada en la cabeza: “It occurred to me that the man I really wanted to hurt was safely out of my reach, standing behind a shield of years.”


No puedes obtener venganza de alguien que te lastimo en el pasado. Es una gran lección.


Otoño-Invierno de 1989.


Recién llegado de BB y aun con dejos de un hermoso acento argento-montano, viajaba con mi padre por la carretera Torreón-Saltillo, y en un comedor de paso, nos detuvimos a comer algo y a estirar las piernas. Tenían una sección de libros y me adentre a ella, mientras papá ordenaba unos burritos y desaparecía en el mar de gorras de Berel y camisas del PRI.


Mientras veía alegremente los tomos de siempre, encontré uno que estaba buscando hace tiempo: Semeterio de mascotas. Creó que esa vez, fue la primera vez que le pedí a mi padre algo, sin que lo haya pedido como un niño. No se lo pedí como una paleta, o un dulce o un juguete. No se lo pedí para que me lo regalara. No se lo pedí para que me calmara durante el viaje. Se lo pedí por que lo necesitaba y por que cualquier cantidad de dinero que fuese que costaba ese libro, se la iba a reponer de alguna manera.


Por supuesto, no fue el caso. Jamás me pidió ese dinero. Y creo que jamás ha manejado tan a gusto un hombre que le corre hierro por las venas, como mi padre condujo el día que iba yo en el asiento de copiloto, por la carretera Torreón- Saltillo, mientras escuchábamos lo que sea que pasaban en las ondas de radio a finales de los ochenta en esa zona geográfica.


Otoño, la noche después de que mi madre rentó IT en VHS.


Ese día, pasaron dos cosas. Una, mi madre me llevo a comprar el libro de IT a una librería. Y dos, pues, fue la primera vez que me enjuague la cabeza viendo hacía abajo, con los ojos abiertos.


Tal como lo hago hasta el día de hoy.


Primavera del 2000.


Mientras nos preparábamos para una partida de calabozos y dragones, segunda edición, un amigo, Edgardo (conocido también bajo el mote de “El Roto”). Echaba un ojo por mi colección de libros. Era evidente que mi autor favorito era Stephen King. Con la llegada del Internet, la búsqueda de información era cada vez mas fácil y ya no tenía uno que andar por la calle parándose en cada librería a preguntar por un ejemplar. Pero aun así, se volvió y me pregunto algo que me dejo helado: “¿Javo, ya leíste La Torre Oscura?”.


Todavía puedo escuchar el eco de sus palabras, en mi cabeza, al buscar ese título en mi cabeza. Sabía que existía Firestarter y Eyes of the dragon, y no los había leído. Pero no sabía que existía La Torre Oscura. Yo aún era estudiante y no podía darme el lujo de comprar un libro nada mas sabiendo de su existencia, pero otro amigo lo compró en base a esa conversación, y me lo presto la semana siguiente.


Esa, fue la primera vez que leí una novela en una sola sentada.


Primavera del 2002.


Mi profesor de mercadotecnia nos encargo un ensayo sobre libros electrónicos. Al hacer una rápida búsqueda en linea, me encontré con que Stephen King creo un libro con la intención de que solo fuera publicado de manera digital, Riding the bullet.


Me fue muy bien con el ensayo. Fue la primera vez que leí un libro digital. Pero de manera mas importante, me percate que podía leer de nuevo al Rey, sin necesidad de un intermediario, y debía hacerlo en su idioma original.


Invierno del 2013.


Años después de que termino La Torre Oscura, me encontré en la Gandhi del centro con The wind through the keyhole. Fue muy grato leer una vez mas sobre Roland de Galaad, hijo de Gabrielle y Steven Deschain, pistolero y señor de las tierras oscuras. Fue como volver a la casa donde crecí, durante mi infancia y poder hurgar en mi armario, con mis antiguos juguetes, ver esas fotos que descarté, las cartas que queme, para después acostarme en mi cama con sabanas de los Vaqueros de Dallas.


Una introspectíva, si alguna vez tuve una.


Verano del 2014.


Por primera vez, escucho un audiolibro de Stephen King. Full Dark, no Stars. 1922 se vuelve rápidamente en una de mis obras favoritas.


He pasado mi vida acompañado de este gran autor. Para mi, su nombre es sinónimo de grandeza. La humildad con la que habla solo es comparable con la severidad de sus declaraciones y su vasta generosidad. Leer sus diálogos no es meterse en la novela. Es conocer gente nueva. Puntos de vistas diferentes, adentrarse en el subconsciente de alguien (cuando leía Revival, hubo momentos donde tenía que recordarme a mi mismo que era una obra de ficción). Sus obras son personales, llevar al hombre promedio a una situación extraordinaria, y siempre darle la oportunidad de triunfar contra todos los pronósticos al enclenque protagonista, siempre y cuando logre sobreponerse al miedo (con la notable excepción de Storm of the Century).


Algún día (ojala, muy lejano), voy a leer en algún lado, que Stephen King, ha muerto. Su edad ya es avanzada. No es de extrañarse. Creo que por eso ahora escribe mas seguido en colaboración con su hijo. Este hombre con obsesión por escribirnos cuentos, no podría dejarnos una obra inconclusa. Este pensamiento ya debe haberle pasado por la cabeza.


Ese día, voy a cerrar los ojos un poco, y recordare leer Suffer the little children, acostado en mi cama con sabanas de los Vaqueros, en ese cuarto morado donde pase casi toda mi infancia. Los abriré de nuevo para estar en mi casa (que es su casa). Dejare el celular por un rato, y subiré a mi cuarto de ocio.


Tomaré de la repisa The Dark Tower: The gunslinger, y lo abriré.


No se si me alegraré, por que vidas como la del Rey, no se lloran, se celebran. No se si llorare, por que siento que lo conozco (o lo que es peor, que me conoce). Lo único que tengo por seguro, es esto:


El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él.


Feliz cumpleaños, Steve, gracias por no olvidar el rostro de tu padre.

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