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  • Foto del escritorEl Juez

Vuelven

Los miedos de los tigres siempre vuelven.

Entre tantas malas series y otras películas que parodian la vida del narco, que la convierten en heroica y la llenan de un romanticismo sin crítica, producto del enajenamiento que ya no queremos ver más por su estéril manejo de la criminalidad en una versión desencantada de las aventuras del viejo oeste, Vuelven rompe todos los moldes. Este filme habla de la criminalidad como lo que es, una regresión destructiva que nunca tendría que convivir con nadie, y en los dolorosos puntos de quiebre de su trama fantástica, reivindica nuestro derecho sagrado a vivir sin miedo.


Es un triste y crudo retrato de nuestra realidad acotado a un pequeño espacio narrativo. Subyace en su trama simbólica sobre la libertad y la inocencia en que las mayores atrocidades logran trascender las barreras del horror al no limitarlas a las figuraciones ficticias que se inscriben en el terreno de lo sobrenatural. Con gran carga social y un final sublime por fuerte y emotivo, tiene el argumento trepidante de los buenos relatos. Su máxima virtud es la de llevarnos de vuelta hacia la fatalidad de una sentencia ya por todos conocida, pero con el vigor de un sueño salvaje que revive el realismo mágico, la de que los monstruos de verdad caminan entre nosotros y son capaces de convertirse incluso en sortilegios de nuestros propios vicios, indiferentes al camuflarse en la moral confusa de una multitud invisible o atormentándonos con la persistencia de un recuerdo doloroso, mientras nos gobiernan desde el poder del que nadie logra escapar, porque, nadie es lo bastante puro como para no atravesar sus violentos ritos de iniciación que, en ocasiones, nos devuelven la mirada en las brillantes propagandas de un futuro sanguinario del que lo queramos o no formaremos parte, al menos pasivamente.


Elogiada vía twitter por Stephen King y galardonada con más de una docena de premios en festivales internacionales de cine, entre los que se encuentran, por sus categorías, los de Mejor Película en el Paris Fantastic Film Fest, Mejor Película en el Panic Fest, Mejor película y Dirección en el Diosas de Plata de la asociación de Periodistas Cinematográficos de México y el no menos importante de Mejor Película y Director en el Scream Fest; escrita y dirigida por la talentosísima Issa Laura López, orgullosamente oriunda de nuestra capital y con una exitosa carrera como escritora, productora y directora de cine mexicano, Vuelven, conocida también por su más impresionante título en inglés de Tigers are not afraid (ya sabemos, cosas de marketing), es una película impecable, con un poderoso manejo de la historia y la fotografía, con actuaciones infantiles de sobrado peso, una contundente carga política y un argumento que a nadie puede ni debe dejar indiferente.


Dijo Lovecraft que es justo que los melodramas cotidianos ocupen la mayor parte del arte creativo, ya que ocupan la mayor parte de la vida. Así, si todos los benditos días, si no hay hora, no hay noticia en los medios en que el drama vivencial que ocupa el ámbito de nuestros sentidos en México, Latinoamérica y gran parte del mundo, no sea el de la pobreza extrema, en esta película esa tragedia omnipresente se conjuga con las ofertas de la imaginación para llevar a los arquetípicos salones de lo fantástico una verdad tan sórdida como la mera posición humana ante el absurdo y el vacío cósmico de su existencia: En las calles por las que transitamos, todos nosotros, también hay niños indigentes. Un grupo de estos niños es quien trata el guion de Vuelven. La historia, desplegando una de las tantas razones por las cuales estos niños, que vemos en casi cada esquina, en tantas paradas ante el semáforo, en muchos contenedores de basura -habitando casas abandonadas o intentando sobrevivir frente a la hostilidad, imposible de ignorar, de ser ignorados- acaban en esa "inexplicable" condición. Nos hace replantearnos la gratuidad del sufrimiento al señalar otra de las plagas que azotan a nuestro país, en permanente simbiosis con la pobreza y la corrupción, que es la violencia. La violencia del crimen, del narco, la gran violencia y la violencia constante como una lluvia tormentosa que ha tocado las vidas de tantos de nosotros que ya no es más difícil contar a quienes, consecuencia del azar (del azar de la suerte o del azar de tener un pelotón personal de guardias), no se han visto afectados por las garras de su monstruosidad, también manifiesta su ominosa presencia en este relato.


Basta una suma nada infrecuente de eventos, un padre asesinado, una madre desaparecida, el lucrativo negocio de la esclavitud sexual en barrios bravos, del pleito mítico entre las bandas rivales, y tenemos a -los miles de- estos niños sobre los cuales ningún político habla jamás en sus campañas (lo que es comprensible, están demasiado preocupados cuidando los intereses de la inversión extranjera). Porque es lo que, sin cinismo y con dureza, hace esta película para calar hondo, escarbar en el alma de quienes buscan justificar la atrocidad como "parte de lo normal", y desarmar la huidiza resistencia del espectador.


Los tigres merecen la libertad, por eso le temen a los barrotes. Y si todo lo que vivimos es una libertad falsificada de partidos políticos y medios corrompidos, entonces ya hemos perdido la verdadera libertad de resolver los más grandes problemas que nos agravian. Esos mismos problemas que la literatura de evasión y el mundo del entretenimiento pueden llevarse, sin que esto sea malo siempre que no sea más que por un rato, por unas horas de nuestra mente. Pero apenas levantamos nuestra mirada, atisbamos a nuestro alrededor y nos percatamos de que no importa qué tan lejos no haya llevado la distracción a habitar en otros mundos de sueños, los problemas reales siempre vuelven.


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