Cimientos
Al hablar sobre la “casa encantada/embrujada” (a falta de un mejor término en español) es absolutamente necesario considerar dos factores: primero, el significado etimológico, literal y figurativo del término en inglés “Haunted House”. La mera traducción presenta ya un problema de interpretación, dado que al ser traducido al español nos presenta las más diversas posibilidades, entre las cuales podemos destacar “embrujada”, “encantada”, “acechada” como principales candidatas a una terminología acertada. Quizá la pista más importante para comprender la naturaleza de dicho termino se encuentre en La Maldición de Hill House:
“-[…]Naturalmente abrigo la esperanza de que todos sabremos mucho más acerca de Hill House antes de marcharnos. Ni siquiera se sabe con certeza porqué algunas casas reciben el calificativo de ‘hechizadas’.
- ¿Qué otro calificativo le daría a Hill House? -preguntó Luke.
-Pues no sé; quizá “incordiante” o “enferma”, cualquiera de los populares eufemismos de la locura. Una casa trastornada es una idea difícil de asimilar. […]”.
Este pequeño fragmento servirá también para notar una diferenciación entre dos tipos de casa embrujada en la literatura, pero para terminar de comprender dicha división, es necesario remontarse a los primeros registros escritos acerca de casas encantadas.
Estos registros están conformados por 3 fuentes primarias: Levítico 14:36, el Cuento de Ali del Cairo y la Casa Embrujada en Bagdad o simplemente La Casa embrujada en Bagdad perteneciente a las 1001 Noches, y la historia de la casa encantada en Atenas, el cual quizá sea el caso más interesante a nivel narrativo de estos tres textos.
Analizándolos de forma cronológica, la primera mención a lo que podemos considerar una casa “enferma” o “trastornada” pertenece a Levítico, habiendo sido compuesto aproximadamente entre 538 y 532 A.C. Considerando este pasaje como parte de una tradición y corpus mítico, encontramos el siguiente fragmento:
“36 El sacerdote entonces ordenará que desocupen la casa antes de que él entre para examinar la marca, a fin de que nada se contamine en la casa; y después el sacerdote entrará y examinará la casa. 37 Examinará la marca, y si la marca sobre las paredes de la casa tiene cavidades verdosas o rojizas, y parece más profunda que la superficie, 38 el sacerdote saldrá a la puerta de la casa, y cerrará la casa por siete días.
39 »Al séptimo día el sacerdote regresará y la inspeccionará. Si la marca se ha extendido en las paredes de la casa […]”.
Nos encontramos con un capítulo relativo a la lepra, o más específicamente a partir del versículo 34, como la lepra afecta no solo a las personas si no a una casa, delatando una noción temprana de ‘la casa’ como un ente viviente y maligno. Sin embargo, lo que resulta sumamente interesante es la mención de “hendiduras más profundas que la superficie del muro”, lo cual sería físicamente imposible dadas las dimensiones naturales del muro, una profundidad imposible que hará eco en obras tales como Casa de Hojas.
No solo esto, si no que el capítulo sigue:
“[…]43 Sin embargo, si la marca vuelve a aparecer en la casa después de que él haya quitado las piedras y raspado la casa, y después de haberla recubierto con mezcla, 44 el sacerdote entrará y la examinará. Si ve que la marca se ha extendido en la casa, será una lepra maligna en la casa; es inmunda (Tzaraath)[…]”.
Una casa contaminada, que debe ser abandonada y demolida, cuya contaminación puede o no provenir de medios humanos. El Cuento de la Casa Embrujada en Bagdad nos dará un atisbo a este tipo de contaminación (u ocupación) a la vez que sirve como contraste al “embrujo” o encantamiento de las casas leprosas de Levítico.
El texto es a su vez el ejemplo más tardío cronológicamente, pues si bien el marco temporal de las 1001 Noches se atribuye típicamente al Imperio Sasánida (desde 224 hasta 651 D.C.), la inclusión de personajes tales como el califa Harun Al Rashid (fallecido en 809 D.C.) o el poeta Abu Nuwas (circa 756-c 814), así como la datación del fragmento superviviente más antiguo de las 1001 Noches en el S. IX invita a pensar en esta fecha como la más probable para la compilación de la mayoría de los relatos.
En Cuento de la Casa Embrujada en Bagdad podremos apreciar muchos de los tropos del libro (padre rico, hijo prodigo, el dinero dilapidado en escaso tiempo y la necesidad del hijo de viajar para rehacer su fortuna) culminando con la estancia de Ali del Cairo en una casa a la que nadie sobrevive una noche. Dicha casa es habitada por un D´jinn (una casa acechada por algo), el cual se limita a romper el cuello de todo aquel que no sea Ali. No se presenta ninguna razón para tal hecho, y la historia concluye con el D´jinn restaurando la riqueza del protagonista (revelándole información pertinente a dos tesoros) por mero destino.
La historia carece de la exuberancia típica de las narraciones de las 1001 Noches, pero puede considerarse como un antecedente al concepto de “un lugar maldito fijado en el espacio” así mismo, nos permite entrever el segundo factor relevante: una diferencia capital con el texto bíblico es el hecho de que en la casa leprosa no habita ningún ente ajeno a la propia estructura, si no que la casa se presenta como “encantada” per se. A partir de esto, podemos hacer una diferenciación entre casas que contienen una entidad que, ya sea por embrujo o encanto, ocupa y acecha a las personas que llegan a vivir (o quizá invadir) ese espacio; y casas que, sin razón o motivo aparente (o bien, no comprensible para los seres humanos) están encantadas o hechizadas.
En la misma línea que la casa embrujada de Bagdad se nos presenta el tercer relato, sin embargo, este cuenta con la peculiaridad de que existen tres versiones: Plinio el Joven, Plutarco y Luciano de Samosata, siendo la de Plinio el Joven la más extendida y antigua, que vendría a ser el primer “relato” (en el más estricto sentido de la palabra) en contraste al carácter casi jurídico de Levítico.
Es interesante analizarla a la par que la versión de Luciano de Samosata, ambos siguen el mismo hilo narrativo, siendo en los dos casos el protagonista un filósofo (Aristides, sin una escuela identificable para el primero, y un pitagórico llamado Arignoto para el segundo) que pasa una noche en una casa embrujada (en Atenas y en Corinto respectivamente) y en donde ambos relatos concluyen con la exhumación del cadáver del fantasma que acechaba propiamente la casa.
En el caso de Plinio, se presenta un fantasma en cadenas, muy parecido a la imagen arquetípica, el cual se limita a conducirlo (pues el protagonista se concentra en redactar para vencer el miedo) al lugar en donde sus restos reposan encadenados y sin un correcto rito funerario. Este último hecho es importante al notar que en el corpus de creencias griegas el cadáver insepulto es un mal augurio en sí, tanto por razones místicas como por las diversas aflicciones y enfermedades que la putrefacción trae al lugar donde el cuerpo yace insepulto.
Hay sin embargo, algunas diferencias capitales propias del tiempo en el desarrollo de ambas narrativas, pues en el relato de Luciano se nos habla de textos egipcios que versan sobre el tema de las casas embrujadas (sugiriendo textos aún más antiguos) e incluso brindan una solución por medio de un proceso equiparable a un exorcismo. El espectro de la casa en corinto es también considerablemente más violento que el de la epístola de Plinio, ya que ataca activamente al filósofo, hasta que el protagonista logra exorcizarlo hábilmente por medio de un hechizo:
“[…] pero yo utilicé mi hechizo más espeluznante, uno en lengua egipcia, lo conduje hasta una esquina de la habitación oscura y lo depuse con el encantamiento. Tomé nota del lugar donde cayó y descansé el resto de la noche”.
Otra diferencia situada en el mismo contexto del ataque es que el espectro manifiesta múltiples formas:
“Era un ser escuálido con cabello largo, y de un color negro, más negro que la oscuridad. Se irguió del lado opuesto a mí y se dispuso a probarme. Me ataco desde todo ángulo, en caso de que pudiera vencerme en alguno, transformándose primero en un perro, luego un toro y después un león […]”.
De manera similar a la epístola, al cavar en el sitio donde el espectro fue vencido se encontrarán los restos del cuerpo, esta vez un montón de huesos mohosos y enverdecidos, sin cadena alguna.
Esta historia es narrada también por Plauto en su comedia La Casa Embrujada, siendo posible ubicarla entre la carta de Plinio y la narración de Luciano, aunque la mayor diferencia en esta historia es el hecho de que es realmente una farsa elaborada por el esclavo Tiranio, destinada a evitar que su amo Theopropides entre a la casa mientras su hijo ha organizado una enorme reunión, evidenciando que para este punto dicha historia es bien conocida dentro de la tradición grecolatina. El relato contado para este fin guarda tremendas similitudes con las dos historias referidas anteriormente, delatando también en su escritura una serie de creencias pertinentes a su época y contexto, ya un poco modificadas para adaptarse a los propósitos de Plauto; tales como la presencia del fantasma que habla en sueños, la creencia de que el mero contacto con una casa encantada y sus fantasmas puede traer la muerte (aún pese a huir de la propiedad, como si se tratara de una contaminación), la cuestión del cuerpo insepulto y el hecho de que el hombre asesinado habrá de permanecer sobre la tierra pues la vida le fue arrebatada “antes de su tiempo” dando a entender que le es imposible pasar a la siguiente “vida” hasta que dicho tiempo sea cumplido.
Cabe destacar al menos dos fragmentos más de la antigüedad clásica griega sobre casas encantadas y fantasmas. El primero de Cicerón, presente en Sobre la Adivinación, describe un incidente acaecido en una posada en Megara, donde un fantasma se manifiesta en dos ocasiones: primero por medio de un sueño y después para conseguir venganza contra su asesino y asegurar el entierro.
El segundo de Flegón de Trales en Sobre los Hechos Maravillosos, narra la historia de una chica muerta que vuelve para acostarse con un inquilino, trama que sentara precedente para narrativas más modernas y de un corte romanticista.
Se vuelve evidente que estos textos constituyen una inspiración clave para el desarrollo de la narrativa de casas embrujadas y fantasmas no solo del periodo gótico, sino también el moderno; los ejemplos van desde la forma de perro que divide a Luke y Montagne en La Maldición de Hill House, las múltiples formas que toma el fantasma de la historia de Luciano de Samosata, en La Casa Infernal gran parte de la corrupción proviene de la impureza por la carencia de un entierro propio y de putrefacción humana de seres “atados en mazmorras de carne” o al abrir la posibilidad de un acecho tanto en un hogar definitivo como en uno de paso sea hotel, posada u hostal, siendo el Overlook un excelente ejemplo; o Antonia y su interacción con Brian (y Kaz y el “Doctormarioneta”) en Un Dios de Paredes Hambrientas, ejemplo bastante actual y mucho más extremo dadas las características de esta historia, del cadáver/fantasma “desposado”.
De forma cronológica compete el análisis de la carta de Plinio, dado que será la mayor fuente de inspiración para muchas fantasías góticas relacionadas a las casas embrujadas. H. P. Lovecraft nos referirá en su obra El Horror Sobrenatural en la Literatura, lo siguiente:
“Del mismo modo que la literatura encuentra su primera materialización en la poesía, así también es en la poesía en donde encontramos por primera vez acceso permanente de lo preternatural en la literatura clásica. Sin embargo, la mayor parte de los casos antiguos se encuentran en prosa, como el incidente del hombre lobo en Petronio, los pasajes horribles en Apuleyo, la breve pero célebre carta de Plinio el Joven a Sura, y la extraña compilación titulada Sobre los hechos maravillosos, de Flegón, liberto del emperador Adriano. Es en Flegón en donde encontramos por vez primera la historia horrenda de la desposada cadáver, Filinnion y Machates, contada posteriormente por Proclo, y que en período moderno sirve a Goethe de inspiración para su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán[…]”.
Por su parte, Francisco García Jurado en el ensayo La carta de Plinio el Joven Sobre los Fantasmas (Plin. 7, 27, 5-11) Releída Como Relato Gótico, nos refiere:
“El relato es inconcebible sin la presencia de una casa, calificada de espaciosa. Algunos críticos, como Schwartz, consideran que puede tratarse de un lugar concreto, la Academia. No obstante, como luego observaremos, hay variaciones de ciudad en la localización del episodio, pues no parece tan importante la situación puntual de la casa como sus características, si bien el punto de partida podía haber sido perfectamente la ciudad de Atenas. Conviene observar, a este respecto, que la casa se divide en una parte delantera y otra trasera donde hay, además, una puerta que divide ambos lados. La casa ha de ser espaciosa para conferir más fácilmente la sensación de misterio, como en la época moderna veremos que ocurre con los castillos y los monasterios de la novela gótica. Finalmente, el espacio temporal de la noche (tristes diraeque noctes) resulta, asimismo, un elemento fundamental y, como veremos en los demás relatos, invariable tanto en la literatura antigua como en la moderna”.
Es muy probable que esta tradición narrativa no se limite a estos ejemplos y muchos casos se hayan desvanecido en la tradición oral, pues la necesidad de un techo sobre nosotros y los terrores derivados de la ocupación sobrenatural de este espacio son una preocupación contante, como evidencia el conocimiento previo por parte de egipcios, con libros más antiguos que registraban ya encantamientos contra estos espectros, en el caso de Luciano de Samosata, así como la naturaleza del Levítico, siendo una recopilación y enunciación de leyes que pre-datan su escritura, nos hacen cuestionar la verdadera antigüedad de estas tradiciones, dejándonos solo con la evidencia de su primera compilación.
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