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El Hombre de arena de E.T.W Hoffman

¿Cuántos cuentos de horror nos contaban nuestros padres, sólo para hacernos dormir?


El arenero de Hoffman, aquel ser que si no estabas dormido a cierta hora, llegaría en grandes zancadas, para llenarte de arena los ojos como polvorón, hasta sacártelos y dárselos a sus hijos, quienes tenían picos como de cuervos, o ¿qué me dicen de aquellas advertencias en formas de cuentos? ¿Cómo el viejo del costal? O ¿el roba chicos?


Dime qué realidad quieres ver, y te daré mis ojos.


Los arquetipos del deber ser (o de la tan nombrada angustia de castración), a través de fábulas y cuentos que horadan nuestra cordura, con ánimos de respetar a la autoridad.


Hasta que alguna vez, se transmuta de un Coppelius, “ el abogado abusivo”, “el que te arrebatará tus ojos”al científico Spallanzani, “el creador”, “el que engaña a la sociedad con un hermoso automatón llamado Olimpia”. La muñequita perfecta que genera lo “uncanny” en su presentación ante sociedad. La adorada inerte, que compite con Clara “la racional” por el locuaz amor de Nataniel. El objeto que sustituye al sujeto. ¿Cuántas veces no nos embelesamos con lo inerte? ¿Con el ideal? ¿Con lo que nunca te atreverás a tener, pero sí a desear? Para destruir la razón, la pequeña y ronca voz interna que demanda la lógica, la responsabilidad, que ata la impulsividad; que quita ese sabor sanguinolento a vida, como si recién te mordieras la lengua, para existir en un mundo de reglas. Tanto se escribe de la escisión, que no necesariamente implica una locura del demente, si no la cruel locura del sufrimiento de la personalidad dividida, cuando sabes que te rompes, y te das cuenta de ello; prefiriendo sumirte en delirios de cambios de ojos, cambios de visiones espectrales, donde el amor se corrompe por los recuerdos martirizantes de la memoria, que lo quema todo.


Porque tus ojos son mis ojos, que al caer en mi pecho me traen la cordura de Clara.


En este cuento, tenemos a Nataniel, quien finalmente es víctima de un delirio por falsa identificación, o síndrome de Fregoli. Pretender ver en el otro, al personaje que lo tortura, Coppelius, y pretender ver en la otra, Olimpia, al personaje que le dará amor, donde sólo madera queda. Un interesante cuento para desmembrar, mientras analizamos nuestras partes contradictorias que desbordan una sutil pérdida del contacto con la realidad en relación al otro.


El hombre de arena nos sigue mientras creamos en él, porque la creencia es poder.


Gira, gira muñequita de madera.


Ahora, que se ponen de moda tales amantes de látex, ¿dónde quedará el amor?¿En un automatón?

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