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La ciudad de los muertos

Autora: Sofía Morales Inzunza


Durante los meses de otoño nos visitaban las mariposas negras, su llegada traía consigo el miedo y el despertar de viejas supersticiones. Mi abuela solía contarme que estos pequeños seres provenían de la ciudad de los muertos y que cuando estos se posaban sobre ti era porque la muerte estaba cerca.


— Debes respetar a las mensajeras de la muerte —me decía.


Una tarde de octubre mientras mi abuela me leía en el jardín, una mariposa de alas viejas y marchitas se posó sobre ella, sin darme cuenta mi instinto convirtió el pequeño tronco del animal en una gelatina oscura y espesa, pero la muerte de la mensajera no impidió el deceso de mi abuela.


Durante el funeral algo extraño sucedió, primero creímos que había anochecido antes de lo normal, pues la luz de las ventanas comenzó a extinguirse y de pronto nos encontrábamos a oscuras acompañados por un silencio áspero y melancólico, cuando mi padre abrió la puerta una ola de sombras invadió la habitación, en medio de la confusión entendí que esta oscuridad tenía vida propia, cada rincón de mi casa, así como cada persona presente estaba tapizada por mariposas, todos excepto yo.


Después de enterrar a mi familia y amigos me decidí a exterminar cada una de esas plagas, nadie más habría de morir por su culpa.


Funcionó, durante los años siguientes no volví a ver una sola de estas criaturas despreciables, incluso los fallecimientos se detuvieron, sentí tranquilidad sin embargo, tiempo después notamos que los ancianos y los enfermos parecían de alguna forma amarrados a la vida, no podían morir.


Décadas después de la extinción de las mariposas negras, quienes habitamos aquí estamos condenados a la vida eterna, atados a nuestros cuerpos en descomposición, de alguna forma somos ahora una ciudad llena de muertos.




Carlos Amorales, Black Cloud (2011).

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