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CASAS EN EL CONFIN: INTERMEDIO

Algunas Notas Sobre Algunos que No Existen


Antes de centrarnos en la obra de William Hope Hodgson de lleno, es prudente presentar un marco y perspectiva general no solo sobre él, si no de sus contemporáneos. Así una vez delimitados los trasfondos histórico-literarios y psicológicos, se vuelve necesario el considerar el porqué de la importancia atribuida a este autor. Lovecraft escribe un largo fragmento sobre Hodgson en su obra “El Horror Sobrenatural en la Literatura” al referirse a la tradición extraña en las islas británicas, justo antes del apartado referente a los maestros modernos, puntualiza:


“El Sr. Hodgson posiblemente solo es superado por Algernon Blackwood en su tratamiento serio de lo irreal. Pocos pueden igualarlo en presagiar mediante alusiones casuales y detalles insignificantes la proximidad de fuerzas desconocidas y entidades monstruosas que nos acosan, o en sugerir impresiones de lo espectral y anormal en relación con lugares y edificios”.


Cronológicamente la obra de W. H. H. se ubicaría justo entre las de Machen, M. R. James, Dunsany y Blackwood. Sin embargo, “La Casa en el Confín” se sitúa tan tardíamente como en 1908, como obra capital del autor; que únicamente los “Cuentos de un Soñador” de Dunsany se sitúa posteriormente. La importancia de cada uno de estos maestros es bien reconocida por el Recluso de Providence y no es discutida en la actualidad, pero es quizá debido a esta peculiaridad cronológica, que la obra de Hodgson ocupa un lugar privilegiado entre ellos, como una división justo en el centro, no en el sentido de lo nuevo contra lo viejo (tema recurrente en Lovecraft), sino como una integración entre las ideas y temas de la tradición gótica casi romántica y la ficción extraña de los albores del S. XX.


Como se ha mencionado, esta época trae consigo una nueva narrativa de horror centrada en una visión integral, pragmática y -casi- desesperanzadora del hombre, así como de sus atributos y su lugar en el universo. Esta nueva visión aparentemente pesimista (que H. P. L. consideraría más bien indiferentismo “científico” o “cósmico”) vendrá a ser conocida en la actualidad como Cosmicismo, en la cual el ser humano se ve sujeto a poderosas entidades y fuerzas cósmicas de toda índole, pero estas fuerzas rara vez son malévolas, más bien indiferentes hacia la raza humana. Lovecraft por tanto se apega a tal filosofía, en la cual existimos en un universo mecánico, sin sentido y sin ningún interés por nuestra existencia, en el cual los humanos, con nuestras facultades limitadas, nunca podremos entender. Sin embargo, este pensamiento (filosofía y teoría literaria) no es algo que se configure de un momento a otro, sino un proceso que se da a partir de una suerte de adaptación y mezcla de diversas influencias, así como el desarrollo y maduración del propio estilo y temas del autor.


Es quizá prudente enumerar en orden cronológico dichas influencias, sus primeros relatos y aquellas obras que el propio H. P. L. consideraría como los mejores trabajos de estos autores, al igual que exponer las virtudes y fallos que encontraba en ellos:



En primer lugar, se encuentra Arthur Machen, nacido en 1853 y publicando su primera obra a la edad de 25 años, “Las Crónicas de Clemendy”. En “El Horror Sobrenatural en la Literatura” ya se nos habla en grandes términos de él, de sus esfuerzos imaginativos y de una adicción -compartida también por Lovecraft- hacia la antigüedad Romana. Destaca en este ensayo 4 obras en particular, la primera con una gran relación a ese amor romano: La Colina de los Sueños, ha sido considerada casi universalmente como una suerte de Roman á clef, o una novela con detalles autobiográficos, de la cual Lovecraft comenta:


“¡¡Y he leído La Colina de los Sueños!! Sin lugar a duda una obra maestra -aunque yo espero que no sea tan autobiográfica como algunos revisores aseguran. Odiaría pensar en el propio Machen como un joven neurótico con torpes sentimentalismos, su sillón de espinas, ¡sus excentricidades urbanas y todo eso! ¡Pero por Pegāna, que imaginación! Quita toda la histeria emocional, y obtendrás a un maravillosos y atrapante personaje -¡Que vivida es aquella exquisita ensoñación diurna Romana!... Aun si su espíritu es tristemente no-Romano. Machen es un Titán -quizá el más grande autor vivo- y debo leer todas sus obras”.

Esta obra es además catalogada por el propio autor como un esfuerzo diametralmente opuesto a su novela anterior, “Los Tres Impostores”, obra de carácter episódico, muy al estilo de Stevenson, constituida por narraciones independientes pero interconectadas. Es aquí donde encontramos dos textos que se han convertido en clásicos de la Ficción Extraña: Vinum Sabbati y La Novela del Sello Negro, siendo incluidas de manera individual en diversas antologías. Es además en esta última, donde atisbamos elementos que posteriormente se encontraran en los trabajos de Lovecraft, como la existencia de continentes perdidos y razas prehumanas o semihumanas, como aquellos seres provenientes de Innsmouth y Dunwich. Por otra parte, en “El Pueblo Blanco” Machen hará uso del recurso conocido como narrador no confiable en la forma de un Libro Verde, diario de una niña que narra de manera inocente e ingenua, diversos misterios y ceremonias, así como un sistema de magia negra al cual se ve iniciada por su niñera. Esta novela corta es a menudo considerada como una de las mejores narraciones no solo de Ficción Extraña, sino de terror en general, terminando abruptamente en el momento en que una revelación suprema parece inminente.


Por último, tenemos “El Gran Dios Pan”,quizá la obra de Machen más relevante para este texto. Basta citar al escritor (y reverendo) Robert M. Price para dar fe de su influencia en H. P. Lovecraft:


“El Horror de Dunwich es en todo sentido un homenaje a Machen e incluso un pastiche. Hay muy poco en la historia de Lovecraft que no provenga directamente de la ficción de Machen”.

A su vez H. P. L. destaca de esta obra el rescate y uso que da el autor a las antiguas tradiciones paganas, celtas y latinas, así como los nuevos recursos y avances en la ciencia moderna. En resumen, refiere a Machen como un exponente increíble, aún apegado al modelo sentimentalista del siglo previo pero con una capacidad evocativa que compensa esta falla, contándolo entre los mejores escritores vivos y activos al mismo tiempo que él.



El siguiente Maestro Moderno es Algernon Blackwood, H. P. L. comenta en su ensayo:


“Menos intenso que el Sr. Machen en delinear los extremos rígidos del miedo, pero aun así infinitamente más casado con la idea de un mundo irreal presionando constantemente contra el nuestro, se encuentra el inspirado y prolífico Algernon Blackwood, entre cuyo voluminoso y dispar trabajo pueden encontrarse algunos ejemplares de la más fina literatura espectral de esta o cualquier época”.

Esta opinión refleja también la que plasmaría como párrafo final en su texto autobiográfico “Algunas Notas Sobre Algo que no Existe”:


“La ficción espectral debe ser realista y centrarse en la atmósfera; confinar su salida de la Naturaleza al único canal sobrenatural elegido, y recordar que el escenario, el tono y los fenómenos son más importantes para comunicar lo que hay que comunicar que los personajes y la trama. La «gracia» de un cuento verdaderamente extraño es simplemente alguna violación o superación de una ley cósmica fija, una escapada imaginativa de la tediosa realidad; por lo tanto, son los fenómenos más que las personas los «héroes» lógicos. Los horrores, creo, deben ser originales: el uso de mitos y leyendas comunes es una influencia debilitadora. La ficción publicada actualmente en las revistas, con su orientación incurable hacia los puntos de vista sentimentales convencionales, estilo enérgico y alegre, y artificiales tramas de «acción», no puntúan alto. El mejor cuento fantástico jamás escrito es probablemente “Los Sauces” de Algernon Blackwood”.

Sin embargo, sobre sus obras -sobre todo las menores- Lovecraft critica cierta tendencia hacia cierto didactismo ético, lo cual se opone a la idea mecánica del cosmicismo lovecraftiano. De todo el corpus de narraciones de Blackwood destacan dos: “Los Sauces” y “El Wendigo”, ambos textos sobresalen por la creación de una atmosfera antinatural que poco a poco va mezclándose con el dominio de lo cotidiano. En ambas historias, además impera la presencia de entidades que anteceden al hombre y son de una índole indeterminable. En la primera, un par de amigos terminan varados en un espacio donde nuestra realidad roza con otra y se ven a merced de entidades equiparables a dioses que se manifiestan por medio de los sauces a su alrededor, demandando un sacrificio al detectarlos. En el segundo de estos relatos, un grupo de caza se divide en un inhóspito y milenario bosque, no hollado totalmente por el hombre y se encuentran con un Daemon antiguo. Lovecraft destaca de este último el uso de la evidencia de ciertas huellas que tienen un lugar preponderante en la narración.



Al repasar los argumentos plasmados en su ensayo sobre Blackwood es interesante pensar en aquellos sobre Hodgson, con una comparación tan directa en su tratamiento de lo irreal que nos da una idea de su relevancia, teniendo la desventaja de haber tenido una vida mucho más corta en comparación al resto de los Maestros Modernos.


El siguiente nombrado es Lord Dunsany (aunque el menos relevante para este tema al estar mucho más relacionado al Ciclo Onírico), quien fue una de las influencias más relevantes para Lovecraft, ya que sembraría el germen de muchas de las ideas y presencias existentes en todos sus relatos. Podemos encontrar un excelente ejemplo en la deidad Azathoth y su parecido conceptual con Mana-Yood-Sushai (así como ciertos componentes fonéticos de su complemento, Yog-Sothoth), tal como argumenta Price, ambas son deidades que duermen eternamente arrulladas ya sea por tambores o músicos varios y cuyo despertar traería como consecuencia el probable fin de todas las cosas.



Finalmente menciona a M. R. James, cuya principal virtud es evocar el horror gentilmente y paso a paso desde lo cotidiano. Destaca también por el uso de paisajes familiares (más aun en su profesión de académico), tales como abadías, universidades, bibliotecas y las trastiendas de anticuarios. M. R. James aporta también un incipiente sentido del humor muy británico a sus obras y las narra con un tono de familiaridad que las vuelve vívidas, aunque a la vez distantes. Sobresale su relato “Conde Magnus”, contado a través de los registros de un viajante escritor y cronista cuyo destino final es la propiedad de una antigua y noble familia sueca. Durante este viaje el protagonista se ve ligado tras una visita a cierto mausoleo, a una serie de tradiciones oscuras: la Peregrinación Negra, ritos de magia oscura, familiares ocultos con capuchas y poseedores de apéndices tentaculares.



Lovecraft reconoce cierto progresismo y una actitud positiva cuasi romántica en muchos de los textos de estos autores; actitud que enfrentará con su frío determinismo científico, siendo este punto donde radica el cambio más trascendente en su propia escritura, tal como el escribe en “Notas sobre los Escritos de Literatura Fantástica”:


“Mi predilección por los cuentos sobrenaturales es debida a que encajan perfectamente con mis inclinaciones personales; uno de mis anhelos más fuertes es el de lograr la suspensión o violación momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes naturales que nos aprisionan y frustran nuestros deseos de indagar en las infinitas regiones del cosmos, que ahora se hallan más allá de nuestro alcance, más allá de nuestra visión. Estos cuentos tratan de incrementar la sensación de miedo, ya que el miedo es nuestra más fuerte y profunda emoción, y una de las que mejor se presta a desafiar los cánones de las leyes naturales. El horror, lo desconocido y extraño, están siempre firmemente conectados, tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen convincente de la destrucción de las leyes naturales”.

Es quizá más sencillo mostrar estas influencias tan latentes y esta teoría con un ejemplo en concreto; ya se ha dicho que “El Horror de Dunwich” es uno de los títulos más relevantes para este análisis, parte de esto es por el hecho que engloba muchos de los puntos mencionados con anterioridad. Ciertos elementos del paisaje agreste e inhóspito, pero a la vez atrayente, así como la descripción de sus bosques y misteriosas montañas emulan el ambiente venerable y sombrío de las 50 islas repletas de sauces en el Danubio de Blackwood. También en El Horror, encontraremos como protagonistas a los personajes predilectos de M. R. James: anticuarios, bibliotecarios y estudiosos bien versados en conocimientos que vendrán a servirles de mucho en su empresa. De Dunsany contamos directamente con aquellos otros dioses; como varios estudiosos de Lovecraft señalan (Deschamps, Joshi, Price) finalmente los dos elementos más importantes a destacar en este ejemplo se encuentran en Machen -ya mencionado- y el propio Hodgson.



En primer lugar, la obra cuenta con una gran similitud con “El Gran Dios Pan”, ya que se observa el Hieros Gamos -matrimonio sagrado-, que dará origen al Horror y a su hermano Wilbur; a la vez que es casi imposible pasar por alto las similitudes entre el Pan de Machen y el propio Yogh-Sothoth. En segundo lugar, elementos de la descripción del Horror parecen directamente sacados de un fragmento de “La Casa en el Confín de la Tierra”.


Quizá la mayor virtud del Recluso de Providence no es la creación de un género en sí, sino la expresión y conjunción de tramas y temas en un corpus narrativo único, la canalización de un proceso literario quizá -solo quizá- evolutivo que se ve catalizado a través de los esfuerzos de estos llamados maestros -y en gran medida William Hope Hodgson, pues resta saber que más hubiera escrito de no haber fallecido a tan temprana edad por una bala durante la primera guerra mundial-, no es pues coincidencia que en uno de los relatos mejor logrados de H. P. L. estas influencias sean tan patentes, una condensación expresada en palabras.


Sería imprudente limitar las influencias de Lovecraft a estos 5 autores, o decir que la Ficción extraña se limita a estos. Para terminar este intermedio, se incluyen algunos ejemplos de autores de diversas nacionalidades, ya sea nombrados o desconocidos por Lovecraft, que han aportado grandes elementos a la literatura de Ficción extraña desde sus inicios:

Ryūnosuke Akutagawa (EL Kappa), Ambrose Bierce (Un Habitante de Carcosa), Robert M. Chambers (El Rey Amarillo), Walter de la Mare (El Viento Sopló), Leonora Carrington (La Dama Oval), Mary Elizabeth Counselman (A Media Sombra), Horacio Quiroga (Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte) y Gustav Meyrink (El Golem).



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